título de alerta, queremos llamar la atención de los cristianos sinceros. ¡Cuidado con el ecumenismo disfrazado!
La guerra de las elecciones terminó. Entre salvos y perdidos, el mayor perjudicado fue el Reino de Dios. Eso, porque se vio a algunos líderes, supuestamente convertidos, uniéndose de cuerpo, alma y espíritu al liderazgo romano a favor del candidato de las elites. Si se hubieran entregado al Señor Jesús de la mismo forma en la que abrazaron la campaña política, jamás, en ningún momento, se someterían a semejante herejía.
La gravedad del problema no está apenas en los intereses personales, sino en ponerlos por encima del Reino de Dios. El siervo de Dios sirve a Jesús, no a sí mismo. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará (Juan 12:26). La pregunta que se hace ahora, después de los resultados de la elección es: ¿Dónde está la honra de los profetas viejos?
Por vocación, la obligación del pastor es sacrificarse para conducir al rebaño a pastos verdes. Esa es nuestra obligación ante Dios y el mundo; no abrir la puerta del corral y llevar a las ovejas indefensas a la jauría de lobos.
En esto, juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. (Lucas 12:1). Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceris (Mat. 7:15-16).
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